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lunes, 22 de agosto de 2011

- La visita de la pija

-Bep bep bep. Hola!!! Soy Carolina, en este momento no te puedo atender, pero puedes dejarme un mensaje y ya te contestaré si me da la gana. Chao.

Estúpida...- grité tirando el móvil al suelo.
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Una estúpida tarde de domingo como cualquier otra, llovía, pero no llovía a mares, llovía a océanos (por así decirlo). Y la pregunta es ¿Qué hace una estúpida chica en una estúpida tarde de domingo debajo de semejante tromba de agua? Sencillo, muy sencillo:

  El día anterior a eso de las seis de la tarde

El Sol brillaba en el cielo, al contrario de lo que había predicho el Telediario. Mi madre regaba las plantas del invernadero, y yo la observaba desde mi habitación mientras tomaba el fresco. Mi madre es una persona extraña. Le gusta el calor, el bochorno, las altas temperaturas y los jerseis de lana, pero sin embargo, no le gusta el Sol. Es una de esas personas que dice que ponerse al Sol es malo.Por qué? Porque  "Puedes coger una insolación" (lo que quiere decir: como te pongas al sol te vas a quemar, vas a coger cáncer y te puedes morir). Y ahí se acabó lo de tomar el Sol en la playa estando ella delante.

De repente, asomó entre los árboles una persona extravagante de cara estrecha y con unos tacones espectaculares que se hundían en el césped a cada paso que daba. La persona en cuestión era fácilmente reconocible. La madre de Carol. Con tales pintas no me extrañaba ya que su hija se hubiese fugado.

  - Marialeeee.- dijo con su voz extravagante.- ¿Cooomo te va la vida mujeeer?
  - Deberías comprarte unas de estas.- contestó mi madre señalando sus zapatos, unas botas verdes de jardinero.
  - Ayshh, pues cooomo que nooo, pero te venía a decir una cooosa.- le adelantó.
  - Pues siéntate allí que ya voy.

Mi madre llegó corriendo a mi habitación y me dijo algo como "¿La viste?". Luego caminó hacia la cocina y yo la seguí. Se dispuso a preparar un café para ella y otro para la invitada, mientras bromeaba sobre la peculiar manera de andar de la misma. 
-          Me voy allí, trae tú los caf´és.- me ordenó mientras se secaba las manos con un trapo y se abalanzaba como loca escalera abajo.

Tomé una bandeja del aparador y coloqué sobre ella dos platitos sobre los que reposaban dos  pocillos de porcelana que eran parte de la “vajilla buena” que le habían regalado a mi madre por su boda. Abrí el cajón de los cubiertos y descubrí que estaba vacío... era imposible que no hubiese un solo cubierto limpio, en efecto, mi hermano no había lavado la loza. Recuperé dos cucharillas del fregadero y tomé el estropajo para lavarla. Miré a través de la ventana. Mi madre ya había sacado tema de conversación, era especialista en ello.

Rellené las tacitas con café y bajé las escaleras lentamente con la bandeja en una mano y el acucarero en otra tratando de no caerme. Salí por la puerta trasera y me acerqué a la mesa. Luego, mejor no recordar lo que pasó luego.


2 comentarios:

  1. escribes genial#### me encanta por ahora.. y si la verdad que si la madre es asi normal que la hija se halla fugado

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  2. Muchas gracias por comentar, me alegro de que te guste!!!

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